Por Marcelo Caruso Azcárate (*)
Con motivo de la realización en Argentina de la VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), las principales organizaciones sindicales, sociales, políticas, de Derechos Humanos y de pueblos originarios de Argentina y de algunos países de la región presentaron a los presidentes asistentes una valiosa Declaración, que fue también apoyada por los partidos políticos miembros del Foro de Sao Paulo. El documento analiza las principales problemas políticos, sociales y culturales que afectan a la región, e incluye propuestas para avanzar en la causa común articuladora de las luchas de las y los excluidos y explotados por el capitalismo neoliberal financiarizado. Solicitan de los gobiernos miembros de esta estructura multinacional el apoyo para construir una CELAC Social y manifiestan su compromiso para avanzar en esa estratégica tarea.
En la historia reciente han sido importantes y variados los intentos de agrupar esta diversidad de actores sociales y políticos del continente que, en general, han vivido procesos significativos de auge sociopolítico combinados con una gradual declinación posterior, lo que no ha permitido afirmar y estructurar desde las bases los valiosos objetivos que inicialmente los agruparon. Comenzando por el Foro Social Mundial que nace con cabecera en Porto Alegre, Brasil, y tiene como sustento inicial a plataformas y organizaciones de la sociedad civil popular de Latinoamérica, si bien se extiende por todo el planeta. Continuando con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -ALBA- que, liderada por Venezuela y Cuba, enfrenta la estrategia imperial del ALCA y se propone actuar como una plataforma de integración latinoamericana y caribeña, histórica e inédita, con énfasis en la dimensión social y popular, la solidaridad y el intercambio de experiencias obreras y sociales autogestionarias. Y a estos se suman los procesos de participación sindical, social y étnica que, a través de espacios de participación consultivos, acompañaron experiencias de integración política y cooperación como la Unión de Naciones Sudamericanas -UNASUR- y los que hicieron presencia en los Acuerdos de integración de mercados como el Mercosur y, anteriormente, en los Pactos Andino, Centroamericano y Caribeño.
No se conocen aún las explicaciones necesarias sobre las causas de estas discontinuidades. Menos aún sobre las diversas brechas que se han abierto entre las tradicionales organizaciones sindicales, populares e indígenas de carácter nacional -que tienen la mayor posibilidad de representación internacional- y los históricos estallidos sociales que recorren el continente -hoy claramente en Perú- sobrepasando a estas instancias y, no pocas veces, confrontándolas.
Paradójicamente, crecen las movilizaciones antisistémicas desde abajo, pero son mucho más débiles las Agrupaciones Sociales y Sindicales nacionales e internacionales. Se observan crecientes fraccionamientos de las Centrales Obreras y la proliferación de pequeños sindicatos de base, con divisiones internas en las organizaciones populares y campesinas promovidas por liderazgos inflados por el poder que manejan. A esto se suma el debilitamiento de los movimientos comunales institucionalizados, como las Juntas Comunales en Colombia. Algo parecido sucede con las organizaciones estudiantiles por todo el continente, con alertas de extensión hacia los pueblos originarios que son los que mantienen la tradición de liderazgos colectivos.
Vivimos una crisis de las direcciones, que no logran conectarse con las voluntades de lucha de las nuevas generaciones nacidas en pleno neoliberalismo. Crecen las organizaciones territoriales de jóvenes sin acceso al estudio y al trabajo, que cuentan con liderazgos de estudiantes, de mujeres empoderadas, de personas mayores indignadas. Todos sectores de poblaciones empobrecidas que acuden a nuevas formas asociativas horizontales con liderazgos colectivos y, en casos como el de Colombia, con respaldo de las guardias indígenas y campesinas, las que, sin embargo, no tienen asegurada una permanencia orgánica en el mediano plazo. Sus causas son diversas y van desde los derechos humanos y de la naturaleza, el respeto a las opciones de género, hasta formas de recuperar tradiciones de las luchas populares como las ollas comunitarias y los trabajos solidarios por cuenta propia, que les permitan encontrar salidas colectivas al hambre y la pobreza creciente. Podríamos pensar que la declinación de los espacios internacionales tuvo que ver con la desconexión de sus liderazgos nacionales con los procesos sociales de las resistencias cotidianas de la población, los cuales no aceptan fácilmente estructuras muy centralizadas, distantes o burocratizadas que poco los escuchan.
En noviembre de 2022 se realizó en Argentina la Asamblea Plurinacional que constituyó oficialmente el proyecto de RUNASUR, una versión social de la UNASUR impulsada por el importante liderazgo de Evo Morales, experiencia aún en construcción que podría aportar a cerrar la brecha mencionada. Sobre todo, considerando que los actores sociales potenciales de la RUNASUR son hoy casi los mismos de la CELAC Social, si bien en ésta confluyen también fuerzas políticas. La primera puede aportar autonomía de clase para que la otra no quede dependiente de los apoyos o condicionamientos que puedan surgir del espacio intergubernamental de la CELAC. En ambas propuestas la clave de su éxito tendrá que ver con la capacidad de sus liderazgos para interpretar el sentir y el luchar autónomo de estas nuevas juventudes en resistencias -algo que le resultó difícil de entender a parte de los líderes del Comité Nacional de Paro en Colombia. Y, al mismo tiempo, de sus comprensiones democráticas participativas para construir una estrategia que lleve a la construcción de poderes populares con capacidades para empujar las transformaciones sociales de los gobiernos progresistas y de izquierda, así como para defenderlos unificadamente frente a las ofensivas golpistas de una derecha dispuesta a promover regresiones neofascistas con tal de no perder sus privilegios.
(*) Marcelo Caruso Azcárate é professor em Bogotá (Colômbia)
(**) Textos assinados não refletem, necessariamente, a opinião da tendência Articulação de Esquerda ou do Página 13.