Por Tommaso Di Francesco (*)
Publicado em https://www.sinpermiso.info/
20 de setembro de 2020
Es, y seguirá siendo, una herida abierta. Tras la última y dramática crisis económica de il manifesto a fines de 2012, generacional y política, en los últimos años había vuelto a escribir y a estar presente de algún modo en su periódico.
Ahora, como nunca, nos falta ese estilo que quería descender a lo profundo, nunca contenta, esa inquietud y distancia crítica, pero siempre comprometida con la cercanía a los más jóvenes, esa diatriba para no olvidar las razones fundadoras de nuestra existencia nacida por la crisis profunda de los modelos alternativos de construcción del socialismo, pero también por el precipicio del modelo capitalista triunfante.
Para aquellos de nosotros que hemos colaborado con ella durante cincuenta años y que la consideramos nuestra “matriz”, sus palabras serenas y mordaces han atravesado y atraviesan nuestra vida cada día, en las dificultades y con las noticias que llegan de todos lados del mundo y del Belpaese [el “hermoso país”, Italia] y que confirman una extendida y general crisis material y de sentido, tan profunda que raya en la tragedia.
Los tiempos que se anuncian muestran un futuro obscuro que remite a épocas incluso más lóbregas que aquellas por las que pasó Rossana, combatiendo siempre del lado de los últimos, atenta siempre al nacimiento de nuevos y decisivos movimientos.
Había en los ojos de Rossana una inolvidable luz que nos atañe y que queda como enseñanza irrenunciable: era la de quien, no esperando consensos ni publicidad, indaga el presente sin fingimientos y siempre con actitud insatisfecha.
Era como si tuviese bajo los ojos la línea del tiempo y su leve pero inexorable movimiento: era comunista, trabajaba por una sociedad superior, pero no huia de los límites del pasado.
¿Estamos a la altura de ese rigor y esa terquedad necesaria?
Rossana era única. Ahora justamente recuerdan todos su importancia, no sólo para la historia del Manifesto, para la política y para la cultura contemporánea. Ella, sin embargo, no se homologaba con los modelos intelectuales dominantes, se mantenía aparte para ver antes que los demás el desarrollo de los procesos sociales en curso y prever sus resultados.
Transmitía dureza y amor, un amor inconmensurable y más fuerte que nuestras escasas posibilidades materiales. Era independiente y libre en la individualidad y en la dimensión colectiva.
Adiós, Rossana, y hasta siempre.