Por Sergio Rodríguez Gelfenstein (*)
“En silencio ha tenido que ser…
porque hay cosas, que para lograrlas, han de andar ocultas”
José Martí
Carta a Manuel Mercado
“El hombre niega de su rica tierra,
es su propio enemigo en esta nueva guerra:
el hombre vio su rostro sucumbir.”
Silvio Rodríguez
El Hombre de Maisinicú.
Cuando el 20 de diciembre de 1917, Félix Dzerzhinski por instrucciones del Soviet de Comisarios del Pueblo, le dio formal creación a la “Comisión Extraordinaria Panrusa para la lucha con la Contrarrevolución y el Sabotaje”, conocida como Checá, la primera revolución proletaria del mundo comenzó a instruirse en las formas y los métodos para luchar desde las sombras contra el enemigo contrarrevolucionario apoyado por potencias extranjeras.
De esta manera también, los pueblos en el poder tomaron nota de la necesidad de protegerse de las acciones encubiertas del imperialismo, desarrollando acciones, también encubiertas, para su defensa y protección.
De igual forma, las revoluciones triunfantes en América Latina, muy pronto aprendieron que su sobrevivencia también dependía de la creación de poderosas estructuras de seguridad y defensa del poder alcanzado, y que parte de ellas –como afirmó Martí- debían permanecer ocultas. Los hombres y mujeres de la seguridad son luchadores secretos, permanecen en el anonimato, a veces incluso viviendo en las entrañas del enemigo, aparentando renunciar a lo que son, no teniendo rostro y contemplando el mundo “con ojos tan profundos como con ojos de guardián del sol” como dice Silvio Rodríguez.
En Nicaragua, las elecciones del 7 de noviembre se realizaron en total paz, sin ningún tipo de contratiempo ni hechos de violencia que lamentar. No siendo esta la norma en América Latina y mucho menos en Centroamérica donde la violencia avalada por Estados Unidos y la OEA cuando los resultados no son satisfactorios para sus intereses o, cuando por el contrario, necesitan desatar la misma para acreditar fraudes que signifiquen incluso la “elección” de narcotraficantes como Juan Orlando Hernández en Honduras, es de destacar que los comicios en Nicaragua se realizaron de forma impoluta en cuanto a hechos de terrorismo, crimen o intimidación que pudieran haber afectado a personas o bienes.
Consultado un amigo periodista nicaragüense, por la causa esta situación, me dijo que: “La tranquilidad obedece a que los alborotadores y terroristas así como los golpistas y falsos opinólogos financiados por Estados Unidos para generar la subversión, se esfumaron de la escena política, por efecto de las leyes y el Estado de derecho”.
En Cuba, la “aparición” pública del agente Fernando, que en realidad es el Dr. Carlos Vázquez González y quien por 20 años formó parte de la directiva de algunas de las más connotadas organizaciones contrarrevolucionarias de la Isla, mientras en realidad defendía a su pueblo desde las sombras, permitió conocer con amplitud de detalles, los planes subversivos organizados por las agencias estadounidenses en Cuba a través del financiamiento, la capacitación y el armamento de organizaciones e individuos que apelando al terrorismo y actuando de manera encubierta pretenden paralizar el proceso revolucionario cubano. La oportuna acción de este agente encubierto evitó males mayores.
En Venezuela, en días sucesivos, los órganos de inteligencia del Estado abortaron los sabotajes que la contrarrevolución pensaba realizar en los almacenes del Consejo nacional Electoral y en la Refinería de Amuay. Con acciones oportunas y eficaces, se evitó una afectación a las elecciones del próximo domingo 21, así como a la economía del país, permitiendo que una y otra actividad se realicen con total normalidad.
Así, en los últimos ocho días, el mundo ha sido testigo de cómo en Nicaragua, Cuba y Venezuela, los órganos de seguridad del Estado, actuando en silencio y fuera de los reflectores, han salvaguardado la felicidad del pueblo en pro de hacer respetar las decisiones políticas que soberanamente estos han tomado.
(*) Sergio Rodríguez Gelfenstein é consultor e analista internacional